martes, 16 de diciembre de 2008
lunes, 24 de noviembre de 2008
Festival 2008 Academia de Danza Pasión Flamenca
sábado, 8 de noviembre de 2008
viernes, 29 de agosto de 2008
martes, 26 de agosto de 2008
Más flamenco en el Teatro Santa Ana
En la exposición del pintor Alejandro López en San Miguel de Allende
lunes, 18 de agosto de 2008
domingo, 17 de agosto de 2008
miércoles, 13 de agosto de 2008
domingo, 10 de agosto de 2008
En el Teatro Santa Ana de San Miguel de Allende
miércoles, 6 de agosto de 2008
martes, 5 de agosto de 2008
Flamenco en la Biblioteca de San Miguel de Allende 8 agosto 5 PM
miércoles, 30 de julio de 2008
martes, 29 de julio de 2008
De la India a la Alhambra: Creta
Todavía no se llamaban gitanos los indos que pasaron por Armenia, tomando palabras a discreción y por el Cáucaso, donde adoptaron vocablos de los fieros osetas. De este modo llegaron a Europa, aventurando el paso a través del rutilante mundo bizantino.
Ya corrían los días del 1322 cuando los religiosos Simeon Simeonis y Hugo el Iluminado encontraron en la misteriosa Creta gentes que se llamaban a sí mismas cham, observantes del rito ortodoxo, que vivían en cavernas y en tiendas negras. Los griegos empleaban para nombrarlos el ya reconocible atsinganos, que asociaba connotaciones de música, de hurto y de clarividencia. Si la asociación robo-música ya se había detectado en Persia, la facultad de predecir el futuro les fue otorgada en la isla de Zeus.
La música es una llave que abre las dimensiones temporales. El músico es zahorí: encuentra las aguas del tiempo. El atsingano, con sus uñas negras y su garganta rasposa asiste en ese país de cuevas al borboteo del tiempo líquido, el tiempo-música del ritual antiquísimo con cuyos jirones se hicieron faldas las atsinganas, faldas de volantes como las de las sacerdotisas de las serpientes, que en ese siglo XIV de la llegada gitana eran estatuillas rotas en el vientre de la tierra. Voces sin palabras que buscaban con sus brazos de mata verde la salida al sol y al aire. En sus cuevas y en sus tiendas negras los atsinganos mimaron la voz del Minotauro y las atsinganas comenzaron a adorar a Potnia, la turbadora Pasifae de las leyendas. La escuchaban cantar por las noches y la miraban bailar, arqueando los blancos brazos. En ella pensaban al besar el anillo del sacerdote barbado y al cantar loas en honor de la Santísima Trinidad. El padre, el Hijo y el Espíritu Santo no eran diferentes a Brahma, Shiva y Vishnú del recuerdo ya lejano de cinco siglos. Y además Shiva había creado al mundo con la danza que ellos se sabían. La cueva y la tierra negra fueron moradas transitorias, el canto y Potnia, la Leucotea, se subieron con ellos al carromato y los dioses y el vino y la soledad de Creta pasaron a formar parte de su música.
De la India a la Alhambra: Persia
Si bien pecan de legendarios, existen dos textos persas en los que hay huella del paso de las tribus que provenientes del Valle del Indo se dirigían hacia el Occidente.
En uno, Hamza de Ispahan habla del arribo de doce mil músicos zotts a Persia. Esto ocurriría a mediados del siglo X. Un rey de la India con gran poder de convocatoria los habría enviado a embelesar con su música a su primo, el Shah . La cifra de talentos musicales es a veces interpretada como mil doscientos y a veces como ciento veinte. Lo notable es que se trate del numeral medioasiático por excelencia: el sapiente doce. Los doce meses, las doce horas del día, la medida justa para obsequiar rosas. Ninguna referencia a la expulsión o a la impureza de los zotts. Aparecen en la crónica como un regalo, como un intercambio entre monarcas que son primos y que comparten el mismo gusto musical.
El otro texto es el Libro de los Reyes, el Shah Nameh del poeta Firdusi. Esa epopeya extraordinaria y nacionalista con la que el poeta quiso sostener el tallo de la noche persa frente al rotundo mediodía musulmán. En alguno de sus sesenta mil versos pareados menciona a los luris, los trashumantes reacios a la agricultura, propensos al nomadismo, al hurto y a la música.
Saltando leyendas, John Sampson, lingüista inglés, dividió a estos grupos de viajeros del Indo en dos ramas:
La que tomó los caminos del sureste y oeste.
La que apostó por el noroeste.
Es esta última la que seguiremos.
domingo, 27 de julio de 2008
sábado, 26 de julio de 2008
Verano en el Instituto Mexicano de Flamencología
Patricia Linares montó dos coreografías nuevas: Tangos de Málaga y Alboreá.
Silvia Cruz, "la Chivi", completísima cantaora mexicana y el maestro Juan Rosas.
Eduardo Río de la Loza en las percusiones.
Beatriz del Valle Prieto.
Maridel García y Beatriz del Valle Prieto con la señora Lidia Ibarra.
Celebrando con Patricia Linares el fin de curso en el Centro Cultural José Martí.
Por sevillanas.
Beatriz del Valle Prieto, Alietta González y Maridel García.
Silvia Cruz, "la Chivi", completísima cantaora mexicana y el maestro Juan Rosas.
Eduardo Río de la Loza en las percusiones.
Beatriz del Valle Prieto.
Maridel García y Beatriz del Valle Prieto con la señora Lidia Ibarra.
Celebrando con Patricia Linares el fin de curso en el Centro Cultural José Martí.
Por sevillanas.
Beatriz del Valle Prieto, Alietta González y Maridel García.
lunes, 21 de julio de 2008
Gitanos: De la India a la Alhambra
Foto: Graciela Esperón
Por Maridel García
Espacio.
Tiempo.
Memoria.
Categorías, coordenadas que permiten ubicarnos en la realidad.
Espacio. Tiempo. Memoria.
Red que algunas sociedades experimentan de manera diferente a la occidental que hoy nos engloba aportándonos por un lado soluciones y por el otro frenos. Sociedades reducidas y cercadas, algunas de las cuales poseen poderosos resortes de cohesión interior e incapaces de vivir el viaje como exilio. Su patria es el viaje mismo porque habitan la música que generan: los gitanos.
Para ellos el hecho de encontrarse en tal o cual espacio, en tal o cual país es fortuito. Su sociedad está fuera del espacio. Lo que más se aproxima en su pensar y existir a la noción de espacio es la experiencia vivida, las vicisitudes por las que han atravesado en el tiempo. Y de esas vivencias no tienen memoria sino en función del presente, en una cultura que los gitanos experimentan a través de la música como podría experimentarse la Eternidad.
Lo que importa es el momento presente. El aquí y el ahora. La necesidad de llevarse el pan a la boca. La filosofía les es ajena. También las innovaciones tecnológicas. Están de pies a cabeza comprometidos con el tiempo, que para ellos es el instante en que se vive. Y la forma de ese tiempo es la misteriosa e inasible de la música, de su música.
Pero... ¿de dónde vienen? En viaje constante, tienen que venir de algún sitio. Existe en algún lado el punto cero, la irradiación madre, la patria original que volcó hacia el mundo sus caminos.
Se han cansado de señalarlo los estudiosos.
Vienen de la India. Y en su lengua está la clave.
Por su gramática y su vocabulario, la lengua gitana se aproxima al sánscrito y a algunas lenguas vivas como el cachemir, el hindi y el gujarati, el marathi o el nepalés.
Para quienes gustan de reseñar exhaustivamente la historia de los pueblos, es mala noticia la escasa documentación de la prehistoria gitana. Pero es natural. Los escritores de la India antigua -oh país de las incomprensibles castas- se hubieran degradado por el solo hecho de dedicar un pensamiento a gentes como los zotts, los luris, los nuris, los jats, los dom...
Desde ahí traían la estrella en contra.
Por Maridel García
Espacio.
Tiempo.
Memoria.
Categorías, coordenadas que permiten ubicarnos en la realidad.
Espacio. Tiempo. Memoria.
Red que algunas sociedades experimentan de manera diferente a la occidental que hoy nos engloba aportándonos por un lado soluciones y por el otro frenos. Sociedades reducidas y cercadas, algunas de las cuales poseen poderosos resortes de cohesión interior e incapaces de vivir el viaje como exilio. Su patria es el viaje mismo porque habitan la música que generan: los gitanos.
Para ellos el hecho de encontrarse en tal o cual espacio, en tal o cual país es fortuito. Su sociedad está fuera del espacio. Lo que más se aproxima en su pensar y existir a la noción de espacio es la experiencia vivida, las vicisitudes por las que han atravesado en el tiempo. Y de esas vivencias no tienen memoria sino en función del presente, en una cultura que los gitanos experimentan a través de la música como podría experimentarse la Eternidad.
Lo que importa es el momento presente. El aquí y el ahora. La necesidad de llevarse el pan a la boca. La filosofía les es ajena. También las innovaciones tecnológicas. Están de pies a cabeza comprometidos con el tiempo, que para ellos es el instante en que se vive. Y la forma de ese tiempo es la misteriosa e inasible de la música, de su música.
Pero... ¿de dónde vienen? En viaje constante, tienen que venir de algún sitio. Existe en algún lado el punto cero, la irradiación madre, la patria original que volcó hacia el mundo sus caminos.
Se han cansado de señalarlo los estudiosos.
Vienen de la India. Y en su lengua está la clave.
Por su gramática y su vocabulario, la lengua gitana se aproxima al sánscrito y a algunas lenguas vivas como el cachemir, el hindi y el gujarati, el marathi o el nepalés.
Para quienes gustan de reseñar exhaustivamente la historia de los pueblos, es mala noticia la escasa documentación de la prehistoria gitana. Pero es natural. Los escritores de la India antigua -oh país de las incomprensibles castas- se hubieran degradado por el solo hecho de dedicar un pensamiento a gentes como los zotts, los luris, los nuris, los jats, los dom...
Desde ahí traían la estrella en contra.
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