martes, 29 de julio de 2008

De la India a la Alhambra: Creta




Todavía no se llamaban gitanos los indos que pasaron por Armenia, tomando palabras a discreción y por el Cáucaso, donde adoptaron vocablos de los fieros osetas. De este modo llegaron a Europa, aventurando el paso a través del rutilante mundo bizantino.
Ya corrían los días del 1322 cuando los religiosos Simeon Simeonis y Hugo el Iluminado encontraron en la misteriosa Creta gentes que se llamaban a sí mismas cham, observantes del rito ortodoxo, que vivían en cavernas y en tiendas negras. Los griegos empleaban para nombrarlos el ya reconocible atsinganos, que asociaba connotaciones de música, de hurto y de clarividencia. Si la asociación robo-música ya se había detectado en Persia, la facultad de predecir el futuro les fue otorgada en la isla de Zeus.
La música es una llave que abre las dimensiones temporales. El músico es zahorí: encuentra las aguas del tiempo. El atsingano, con sus uñas negras y su garganta rasposa asiste en ese país de cuevas al borboteo del tiempo líquido, el tiempo-música del ritual antiquísimo con cuyos jirones se hicieron faldas las atsinganas, faldas de volantes como las de las sacerdotisas de las serpientes, que en ese siglo XIV de la llegada gitana eran estatuillas rotas en el vientre de la tierra. Voces sin palabras que buscaban con sus brazos de mata verde la salida al sol y al aire. En sus cuevas y en sus tiendas negras los atsinganos mimaron la voz del Minotauro y las atsinganas comenzaron a adorar a Potnia, la turbadora Pasifae de las leyendas. La escuchaban cantar por las noches y la miraban bailar, arqueando los blancos brazos. En ella pensaban al besar el anillo del sacerdote barbado y al cantar loas en honor de la Santísima Trinidad. El padre, el Hijo y el Espíritu Santo no eran diferentes a Brahma, Shiva y Vishnú del recuerdo ya lejano de cinco siglos. Y además Shiva había creado al mundo con la danza que ellos se sabían. La cueva y la tierra negra fueron moradas transitorias, el canto y Potnia, la Leucotea, se subieron con ellos al carromato y los dioses y el vino y la soledad de Creta pasaron a formar parte de su música.