Foto: Graciela Esperón
Por Maridel García
Espacio.
Tiempo.
Memoria.
Categorías, coordenadas que permiten ubicarnos en la realidad.
Espacio. Tiempo. Memoria.
Red que algunas sociedades experimentan de manera diferente a la occidental que hoy nos engloba aportándonos por un lado soluciones y por el otro frenos. Sociedades reducidas y cercadas, algunas de las cuales poseen poderosos resortes de cohesión interior e incapaces de vivir el viaje como exilio. Su patria es el viaje mismo porque habitan la música que generan: los gitanos.
Para ellos el hecho de encontrarse en tal o cual espacio, en tal o cual país es fortuito. Su sociedad está fuera del espacio. Lo que más se aproxima en su pensar y existir a la noción de espacio es la experiencia vivida, las vicisitudes por las que han atravesado en el tiempo. Y de esas vivencias no tienen memoria sino en función del presente, en una cultura que los gitanos experimentan a través de la música como podría experimentarse la Eternidad.
Lo que importa es el momento presente. El aquí y el ahora. La necesidad de llevarse el pan a la boca. La filosofía les es ajena. También las innovaciones tecnológicas. Están de pies a cabeza comprometidos con el tiempo, que para ellos es el instante en que se vive. Y la forma de ese tiempo es la misteriosa e inasible de la música, de su música.
Pero... ¿de dónde vienen? En viaje constante, tienen que venir de algún sitio. Existe en algún lado el punto cero, la irradiación madre, la patria original que volcó hacia el mundo sus caminos.
Se han cansado de señalarlo los estudiosos.
Vienen de la India. Y en su lengua está la clave.
Por su gramática y su vocabulario, la lengua gitana se aproxima al sánscrito y a algunas lenguas vivas como el cachemir, el hindi y el gujarati, el marathi o el nepalés.
Para quienes gustan de reseñar exhaustivamente la historia de los pueblos, es mala noticia la escasa documentación de la prehistoria gitana. Pero es natural. Los escritores de la India antigua -oh país de las incomprensibles castas- se hubieran degradado por el solo hecho de dedicar un pensamiento a gentes como los zotts, los luris, los nuris, los jats, los dom...
Desde ahí traían la estrella en contra.